En su origen, la comparación entre el interior dulce y dorado del melón y el metal más apreciado de nuestra cultura, fue un valor diferencial muy popular. La experiencia, la satisfacción provocada por un “18 Quilates” se sitúa en la memoria, allí donde los recuerdos valen su peso en oro. No es posible realizar comparaciones con otros melones, porque tal como sabemos a estas alturas de la vida, las cosas únicas tienen una personalidad a prueba de modas, habladurías y olvidos.